Como sabes, este artículo coincide con el lunes de la Semana Santa y en esta ocasión he querido dedicar este espacio al Ser más importante que los Cristianos
recordamos en estos días. Es posible que tu o alguno de mis querid@s lector@s practique un credo distinto, o inclusive que no tenga ninguno, sin embargo, dentro del marco del respeto y la tolerancia que deben guiar todas nuestras relaciones, te invito igualmente a leer mi reflexión.
Trascender es ir más allá del tiempo.
Alcanzar un liderazgo que trascienda los siglos y que al día de hoy continúe despertando tanta admiración, es digno de reconocer desde cualquier punto de
vista.
Se podría pensar, que dada su condición divina, el asunto del liderazgo de Jesús estaría resuelto; sin embargo, hay que considerar que el plan requería transitar
por la Tierra y motivar a sus habitantes, que gozan de libre albedrío, para que voluntariamente aceptaran una propuesta nueva y disruptiva.
Es evidente que Jesucristo contaba con todas las competencias necesarias para llevar
adelante la misión; pero en la opinión de este humilde observador, hay 3 que considero que fueron determinantes y que sin duda nos vienen muy bien como enseñanza.
La primera cualidad es el compromiso. Jesús conocía claramente el propósito y la importancia de la misión que debía completar aquí en la Tierra. Además, en esto coinciden los estudiosos, sabía con anticipación la manera como debía de completar el proceso. Pese a ello y a lo dramático de las circunstancias, se mantuvo firme en su compromiso, dispuesto a enfrentar, personalmente, lo que fuera necesario para asegurar su cumplimiento.
Me pregunto: ¿Cuántos de nosotros estaríamos totalmente comprometidos con un proyecto en el que sabemos que el resultado final será nuestro propio sacrificio?
Puede que alguno de mis lectores haya tenido que coordinar el cierre de una operación, a sabiendas que el último paso sería el de despedirse a sí mismo.
Sin embargo, lo más probable es que al igual que cualquiera de nosotros, habría estado atento para aprovechar cualquier oportunidad que le permitiera asegurar su supervivencia, aunque esto significara dejar el trabajo sin completar. Jesús-Cristo permaneció comprometido hasta el final.
La segunda cualidad que quiero destacar es su tenacidad. Los evangelios están llenos de personajes que una y otra vez intentan hacerle caer, ya sea con preguntas mal intencionadas, propuestas tentadoras, cuestionando sus acciones o acusándolo de todo tipo de faltas. Sin embargo, Jesucristo, con impresionante tenacidad, enfrenta a sus opositores, ignora las tentaciones y responde a todos sus detractores con palabras de sabiduría que más bien fortalecen su mensaje esencial.
De nuevo me pregunto: ¿Cuántos de nosotros tenemos la convicción y la energía para enfrentarnos con todos los que se oponen a nuestros proyectos, cuántos hemos cedido a los comentarios de los pesimistas, a las trampas de los envidiosos, a la traición de los oportunistas o a la tentación de abandonar el objetivo ante la opción de una salida fácil? Jesucristo no se rindió.
La tercera cualidad es el amor. El motor, la energía, la causa y la razón que impulsa todas sus acciones. Un amor infinito, profundo y absoluto por la humanidad, su bienestar y su crecimiento. Por amor emprendió su misión y por amor aceptó el sacrificio.
Te invito a preguntarte: ¿Cuánto amor guía tus acciones? ¿Haces lo que haces desde la entrega
incondicional, procurando que tus acciones beneficien y contribuyan al crecimiento de las personas con quienes interactúas? O te guías por tus propios intereses y ves a los demás como herramientas para cumplir tus objetivos personales.
Tan grande es el amor de Jesús-Cristo que aún estando clavado en la cruz, le pide al Padre que perdone a quienes han cometido semejante
atrocidad.
Tu que lees esto y tienes en tus manos el trabajo de alcanzar una
misión, te invito a hacer tuyas estas tres cualidades. Comprométete con tu propósito, se tenaz en tu esfuerzo por alcanzarlo y sobre todo ama todo lo que hagas. Ama tu trabajo, aunque no te guste; ama a tus clientes, aunque sean difíciles; ama a tu competencia, aunque te quiera hacer daño; ama a todos los que te rodean, aunque no los conozcas; que si te aseguras de hacer todas tus acciones desde el amor, sin importar el resultado, siempre vas a ganar.
¡Qué Dios te bendiga!
Francisco