Cuando era niño la capacidad de asombro me fluía de manera natural. Estaba descubriendo el mundo, todo era nuevo, interesante y único.
Fui creciendo y me llamaron infantil e inmaduro. Me explicaron que la gente adulta no anda haciendo el ridículo de sorprenderse con cualquier cosa.
Me explicaron que un amanecer es un ciclo terrestre, el mar es una masa de agua y una montaña es sólo una elevación geográfica natural.
Una batalla conmigo mismo se resolvía entre mi corazón y mi mente, un esfuerzo tenaz para instalar los mandatos de mi comunidad.
Una lucha que perdí, pero al mismo tiempo gané. Pues no hay cosa que tenga menos sentido que luchar contra uno mismo, pues el triunfo y la derrota son del mismo personaje.
Cuando entendí mi estupidez, apagué mis oídos al mundo, pero los encendí para mí. Escuché mi voz en silencio y encontré que bajo la avalancha de instrucciones yo seguía
ahí.
Me tendí una mano y me dejé salir.
Entonces, el amanecer me llenó de su asombrosa belleza; la montaña me hizo sentir la grandeza de mis retos y el mar se me pareció tan inmenso y poderoso como cada uno de mis logros.
Recuperé la ilusión de ser un niño y le dejé vivir en el cuerpo de un hombre. Finalmente fui capaz de sorprenderme de mi, lo que me permitió sorprenderme de ti.
Te deseo una vida asombrosa
Coach Frank