Posees características particulares que te distinguen de los demás; son únicas y representan tu parte más pura; tu
esencia.
En ella recoges tus gustos, creencias, opiniones y en general todos esos elementos que has venido construyendo y que
definen la manera como te gusta transitar por la vida.
Allí también residen tus fortalezas; esa mezcla única de fuerza, firmeza, flexibilidad y empatía que utilizas para enfrentar cada situación.
Sin embargo, (aquí viene el problema), no siempre tenemos la
oportunidad de vivir, plenamente, desde nuestra esencia.
Con frecuencia, en nuestro afán de encajar, nos vemos obligados a ocultar nuestra verdadera naturaleza
y cedemos a la presión social, las expectativas familiares, la educación, la cultura del trabajo, mi jefe, mi pareja y hasta lo que opine un “influencer“ en alguna red
social.
Muy pocos pueden decir que viven desde su naturaleza más pura.
Más bien diría que casi todos, en algún momento o contexto,
hemos tenido que reprimir elementos de nuestra esencia y reemplazarlos con nuestra mejor imitación de lo que creemos que esperan de nosotros.
Vivimos complaciendo las expectativas de otros.
A la larga, la complacencia se convierte en una enfermedad que termina anulando por completo nuestra esencia, transformándonos en poco menos que un maniquí vestido con expectativas; que de lejos parece real, pero de cerca compruebas que se trata de una imitación.
No me mal entiendas, a los humanos nos encanta vivir y compartir en grupo; esto, inevitablemente, implica que debemos seguir una serie de reglas
que garanticen una sana convivencia.
Sin embargo, si para recibir la aceptación de determinada
persona o grupo debes renunciar a tu esencia, harías bien en analizar seriamente si aquello es realmente para
ti.
Nuestra misión es aprender a vivir desde el ser que somos. Tomando las expectativas como una guía de comportamiento social; pero manteniendo a salvo, en todo momento, nuestra verdadera naturaleza esencial.
Te envío un fuerte abrazo.
Coach Frank